No me atrevo a decirle paraíso a un lugar tan hermoso. Las imágenes son engañosas y la película la playa, con la cual quedé pegada desde los 12 años hasta ahora, me persigue con su mensaje de que el paraíso no existe y de que sólo es un momento perfecto que perdura para siempre. Puede ser. Uno siempre tiene momentos. Momentos de felicidad, momentos de sobrecogimiento. “Los momentos”. Son los que se recuerdan con satisfacción y cariño por dentro. Ko Phi Phi fue paradisíaco para mi, pero no paraíso. Mi mente media testaruda, ya muy dura y tenaz que no podía afirmar de vuelta a nuestro amigo Deng, cuando decía que vivía en el paraíso.
La última vez que di señales de vida cibernética estaba en Phuket, no alcancé a escribir en el blog porque estaba raja y todos mis mails decían lo cansada que me sentía. Ahí si que mi único pensamiento era Chile. Chile en mis sueños, Chile todo el rato en mi cabeza. Volver parecía medio lejano quedando más o menos 10 días. Pero al otro día, después de un viaje de hora y media en barco, en el cual me rosticé, llegué a Ko Phi Phi. Mi primera impresión: Que bonito, que bonito (con la melodía correspondiente) y mmmmedio carozzi? Anduvimos cargando con las carpas y los sacos de dormir todo el puto viaje en Asia. Como mil quilos de más y en cima a mi carpa se le había roto uno de esos palitos negros típico de carpas. Bueno igual me las arreglé y el problema no era tan grave. Además estaba contentísima de no haber cargado con la carpa en vano. Fue de hecho la mejor solución porque todo el alojamiento de la isla costaba un ojo de la cara, por lo menos para nosotros. Para todos los gringos platudos, Kho Phi Phi seguía siendo una ganga. Creímos haber visto a Anthony Hopkins pasar por al lado nuestro, viejo, gordo canoso, pelo corto, sin polera. Pero demás que era cualquier otro gringo que se le parecía. Recién llegados hicimos caso omiso a todos los hombres tai del puerto vestidos con poleras playeras, teses y lentes muy oscuros y fotos de los hospedajes fuera de nuestro presupuesto. Incluso regateando durante dos horas no habríamos podido pagarlo. O sea si, pero no queríamos pagarlo. Acá, como en todo país donde regatear es parte de la convivencia humana (en Chile nada loco!), las cosas las obtienes más baratas según el tiempo que estés dispuesto a pasar discutiendo (en buen o mal tono, agresivo o amigable) o simplemente no compras. Y eso es casi una ofensa para ellos, que les preguntes cuanto cuesta y no compres. Porque eres un turis y tienes plata (nosotros sin ni uno) o porque en verdad es como tu deber comprarles si vienes acá. Ellos tuvieron un tsunami hace 2 años que todavía repercute mucho en la economía local y nacional. Simplemente pagas por lata a la retórica en realidad. Por lo menos yo.
Nos quedamos en un camping en la punta de la playa. En un lugar muy piola en la playa. Nosotros casi solos, con baño y sombra. Perfecto. Había una casa en el árbol que nos la daba. La única sombra gratis de toda la playa. Muy chori. Durante la tarde del primer día, antes de asentarnos, me estresé porque estaba muy quemada y media preocupada por la plata, llena de arena. Estresada. No soy muy playera y estaba ridículamente quemada con los lentes oscuros, a lo mapache. Y un poco de camionera. Ridícula como siempre pero digna y orgullosa en Tailandia. No me interesan las gringas rubias con sus pintas frívolas y los Jony Bravo ahí todos. Éramos sin duda los más cagaos de la isla. Por lo menos extranjeros. Un "paraíso" capitalista para los gringos con síndrome “la Playa”. O sea, en verdad de todo, porque todos los Tai que trabajan acá, ganan mucha plata pero son humildes igual y se buscan a la gente buena onda para carretear y hacer amigos. Porque ellos no salen de la isla. En verdad creen que este es el mejor lugar. La cosa es que para no pagar alojamiento le pedimos a unos lugareños de dejar la carpa en frente de sus bangalows en un peladero que de noche no tenía luz y seguramente tenía mil bichos y vida debajo de la tierra. Nos dijo que le pagáramos algo y accedió. Dejamos la carpa hecha que se veía deprimente, sola en el peladero, y nos fuimos a la playa. Donde recién me vi el mapache y me dio ese estrés del que ya hablé. Jorge se fue a pasear solo, yo igual me estaba relajando un poco cuando ya no había tanto grado Celsius en el ambiente y mi libro se puso entrete, con la Fran nos quedamos playeando. Se llevó la llave del candado de la carpa y nos dejó afuera hasta la noche. Fuimos al pueblo y estuvimos conociendo la movida de la evening en Phi Phi. Muuuchos extranjeros de mil partes del mundo, tailandeses en bici por las calles estrechas y de piedra, muy playeras y una que otra voz chilena por aquí por allá. En los bares durante la tarde pasan películas y se arma un ambiente muy entrete. Entramos a ver la película que nos trajo a aquí. Di Caprio hablando en off sus pensamientos gringos. Dando su punto de vista, inevitablemente hollywoodense, del "paraíso" tai.
De alguna manera estar en este lugar me devolvió la suerte de la que tanto dependo en Chile y que había perdido. Mientras caminábamos sin rumbo dije: pucha Jorge podría aparecer ahora ya! e hice clicar mis dedos y dos minutos después Jorge apareció. Podíamos ser un equipo de nuevo y tener nuestro primer carrete en Phi Phi. El llegó con la coca cola para el wisky que habíamos comprado en Phuket mas barato y con un dato de camping por 50 bhat la noche regateable, con baño y luz. NOOOO, la raja!. Al fin mi suerte me acompaña y me hace la vida feliz. Fuimos a buscar nuestra carpa al peladero y la cambiamos al súper camping. Ahí yo sabía que el balance cósmico tenía que ser devuelto. Toda esta vibración positiva requería de una ofrenda, de un sacrificio. Así que cumplí mi manda que hice en New Zealand, de que si llegaba a Tailandia me tenía que cortar el pelo radicalmente. En medio de la clara y tibia noche, sentadas en la playa blanca, con mi espejo mini de casaideas, le hice una ofrenda a la Pacha Mama con mi cabello. Lo corte corto, con la Fran a mi lado haciendo la ofrenda ella también. Con una wiskola en la mano, y Jorge arriba en la casa en el árbol socializando con unos chicos Thai. Fue mágico el momento. Un machitun en tierras lejanas, sintiendo como la suerte me vuelve en cada momento. Subimos a mostrarle a Jorge y salimos de esa casa con nuevos amigos Tai a un carrete demasiado katartiko y con una invitación a Phi Phi Le (la playa de la playa) por una noche, más barato. Los tures ahí son por el día, nadie se puede quedar la noche.
Esa playa es en verdad paradisíaca. Pero... ustedes saben lo que voy a decir. La experiencia de esa isla prefiero reservarla para el en vivo y en directo. Más emocionante. Esa playa para nosotros solos por una noche. Demasiado. Yo no podía creer como había llegado aquí. Las cosas de la vida que me llevaron. Bueno igual todo fue gracias a Deng el chico tai que era marino y nos contó unas historias brígidas del tsunami. Más en cima fumaban, él y sus amigos, mucha marihuana y nos contaron su rutina de vida. Todos la describieron como perfecta paradisíaca. Yo no se. Viven en cabañas en la playa, se levantan temprano a fumar y después a llevar a los turistas por las islas más lindas del mundo. En la tarde tienen tiempo para hacer lo que quieran, siempre duermen o pasean por la playa. También construyen cabañas para sus amigos o turistas. Y pasan fumando todo el día, si no lo hacen, hacen un mal trabajo. Que vida! No se.
No más de Ko Phi Phi, las fotos revelaran después la cantidad de luz y quemaduras de 3er grado.
Me tengo que ir se me va el bote.
Un beso Nacho por tu cumple que la pases bacán hoy en la noche.
Un beso Romy atrasado por tu cumple igual sorry
jueves, 29 de marzo de 2007
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