sábado, 17 de octubre de 2009

Ir, pero nunca ir de regreso

Fin de viaje transitorio. Cierre de etapa que juegan con mi memoria a corto plazo... A ver que tanto puedo rescatar todavía de Buenos Aires, antes de que tenga que cambiar de switch.
Estoy en el living de mi casa escribiendo, de noche, de vuelta en Santiago donde aunque no lo parezca todo es ordenado y limpio.

Algo que igual me tiene siempre pensando en "los viajes" como concepto, es el libro de Bolaño que me estoy leyendo, "Los detectives salvajes". A pesar que este es en México y muchas otras partes más, no son el escenario de mi viaje, pero es lo que estoy pensando todo el tiempo. Y fue mi última conversación con Pepa, la chilena que trabaja en el hostel OHO, donde me quedaba en San Telmo. El turista está en transito. Mi viaje es un placebo, ante lo que el viaje posmoderno significa, creo. El cambio que ocurre en él ESTÁ en el movimiento, pero el verdadero viajero ES el movimiento. Los cambios se inmiscuyen en él por completo. Pasa a ser parte del escenario de alteridad al que pertenece. NO es que menosprecie mi viaje, pero mi mente ya no quiere placebos, quiere la droga (medicina) del viaje. Lo que te cambia para no dejarte ser nunca más como eras antes. Antes de partir Diego de la Paz me dijo: uno nunca vuelve el mismo de los viajes. A lo que yo dije: Tampoco se necesita irse un viaje para cambiar, se puede tener un viaje interiormente (todo esto materia de clases de literatura de Bolaño).

Valentina Campos nos fue a buscar al aeropuerto a las 6:30 de la tarde del sábado. A las 3 de la mañana sale el vuelo a Cuba. Según lo que le conté en el auto, su impresión es que no estoy rayando con Buenos Aires. Puede que no tanto. En parte es porque ya había ido hace 3 años y porque sé que no será la última vez que vaya. Creo que logré mimetizarme, pero nunca formar parte. Una suerte de nostalgia me invadió siempre, al saber que nunca lo haría. Me da pena viajar sabiendo que no me quedaré. Sabiendo que por más que exprima un viaje, nunca lograré ver o abarcar la totalidad que quiero. Nunca lograré ver al argentino, hasta que se me pegue inevitablemente el acento y el cancherismo. Es la diferencia sustancial del verbo ser y estar en español. La ontología del viajero.

Sin embargo, harta gente me detenía a pedirme indicaciones. Yo les decía al tiro que era chilena, que no sabía nada. Y como en Santiago me dediqué a hacer allá lo que hago acá: Vagar. Caminar por las cashecitas, locas como las de acá, pero muchísimo más llenas de energía urbana que las chilenas. Todos caminan, conversan, reclaman, gritan... ocupan sus espacios públicos, que maravillosa cualidad la de hacer vida de barrio. Y de que manera se paran con carácter, en cada esquina a ver el mundo transitar. De que manera los pechos caminan inflados irradiando un estilo que decora la ciudad.

Anoche salimos del hostel con los compañeros de Javi en dirección a Plaza Dorrego, donde yo esperaba encontrar batucadas y bailes. No encontré más que mesas semi vacías, una verdadera decepción para mi última noche de viernes en Baires. Igual la conversa estuvo entrete. Una redondeada de las distintas impresiones. Yo como siempre comenté mi pasión por las voces graves y cautivantes de los argentinos. Me llamó mucho la atención, como uno de ellos (chicos de 18-19 años, de primero de historia del arte en la U de Chile) se atrevió a confesar entre su grupete de amigos, que esas voces, junto con su estilo, lo intimidaban. Y es verdad. Hasta a mi me intimidan. Los chilenos vivimos tranquilos en nuestra despreocupación, y a pesar de que nos carga, la aceptamos. Aceptamos a todos los cochinos, a todos los mal vestidos, a todos los encorvados y los voz de pito. Aunque no lo parezca, somos menos conchas de su madre en ese sentido, porque la gente anda así por imitación y da lo mismo. Quien quiera anda como quiere sin ser juzgado socialmente (públicamente).

Le conté de esto a Sebastián, ayer viernes. Él lleva 2 años viviendo allá. Me dijo que él también se sentía así al principio, pero que después se acostumbraba. Que después logró integrarse a los códigos y que son solo una superficialidad. Pero "ellos tienen sus inseguridades y si se curan vomitan igual que nosotros, si se hieren, sangran igual que nosotros... al final somos iguales". Bellas palabras... Todo lo demás es inseguridad de parte mía. Latente en mis expediciones de aquel día a Plaza Serrano: La feria de diseñadores independientes. A esas alturas ya no me quedaba ni tiempo, ni plata para ir a comprar. Era o libros o ropa. Elegí lo segundo, porque la dura que lo necesitaba. No se imaginan lo difícil que fue para mi todo eso. Tiendas y tiendas de ropa bonita. Yo, la más cacagada con la plata y con peor ojo de ropa del mundo. Más en cima me sentía intimidada por las otras locas que andaban paseando por ahí. Menos mal que era día de semana y la weá no estaba llena. Yo andaba con un pantalón tai hiposo, y mi polera de Led Zeppelin, que me más en cima me había comprado ahí mismo hace 3 años!!!!! Soy la menos fashonista. El asunto es que pasé al rededor de 2 horas dando vuelta por las mismas tiendas, tratando de elegir poleras, esa era la misión: remeras. Logré comprar 2... Sólo 2 y salí con dolor de cabeza!!! Me carga vitrinear y me carga elegir ropa. Pero en fin, al final ya no quedaba cabeza para comprar zapatillas, "En Chile", me dije.

Aquella mañana de viernes, fui a conocer San Isidro con mi primo Seba. Tomé por segunda vez el tren en estación de Retiro. Esta vez muchísimo más vacío. Llegamos a un pueblo aledaño a Baires, cuyo lema es "San Isidro, es distinto". Curioso lema, pero era en verdad un lugar lindo y tranquilo, muy parecido a Viña y la calle comercial tal como en los pueblos chilenos. Su homologo en Osorno, sería Ramírez por ejemplo. Fuimos a una tienda de decoración de interiores donde trabajaba Cande y luego a comer crépes de pollo (rico) por ahí. Volvimos a Baires en el tren después del almuerzo. Fuimos a buscar unas fotocopias de Beatriz Sarlo, Susan Sontag y otros autores que tenía Candelaria, su novia. En lugar de agradecerle, mi primo le expresa su amor a esa mujer, weveandola, como el chilenísimo pesao que es. Pero es weveo, igual se ven tiernos a pesar que es una relación, yo diría 68% seria (están semi-saliendo, dice él... en fin).

En total no conocí a muchos argentinos. Conocí a Lucas viendo los partidos en la casa de mi primo. Tuvimos "algo" durante una larga conversación en aquel bar "Liquid". Coqueteamos supongo, pero nada. Si hubiese insistido por quedarnos carreteando aquella noche, podría haber pasado algo, pero nos fuimos temprano de vuelta al hotel. Habíamos quedado que al otro día (jueves), nos juntábamos y me iba a mostrar la ciudad, como una experiencia argentina no tan tradicional, pero nunca contestó el celular, el pelotudo. Que me haya dejado plantada no me molestó, pero si me quedé coja todo el día. Vagué sin destino por calles que ya ni me acuerdo, durante mucho rato. Mi única actividad durante el lapso de 4 horas y media, fue, comer un sándwich de milanesa y cambiar dólares en la casa de cambio. Luego casi me viene una mini crisis de desorientación existencia viajera y me exigí tener un destino. Terminé en el MALBA conforme con mi decisión, pero intranquila de lo vaga que soy. De los desperdiciadora de tiempo y espacio en que me he convertido. Ese día igual había salido tarde del hostel... muy tarde.

Conocí a Candelaria, a Laura la "recepcionista" del hostel, a Daniel el dueño del hostel, a los otros pasajeros del hostel. Pero creo que ninguno de ellos era verdaderamente un bonaerense. Martín, pero bueno... Me decepciono de mi poca personalidad acá. Mis códigos no me funcionan en estos ambientes. Los viajes me tienen así, cuestionando aquella verdadera vocación de deambulante. De ramblin woman. De transitante del mundo y de (sud)América ahora. Me encanta, siempre y este es mi aprendizaje. Pero es un viaje solitario. Hoy me Termino contando un poco de la pelea con mi hermana hoy. Antes de volver o mejor dicho antes de ir de nuevo a Chile, porque yo no creo que existan los viajes de regreso, existen sólo viajes de ida en la misma dirección. Nunca hay vuelta.

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